La escena termina con Mauro Icardi y Wanda Nara huyendo a bordo de un magnífico Pagani Huayra con la cortina de Y qué (Babasónicos), un hit hecho a medida de las publicidades.
Antes que nada, el comercialhace ruido porque quiebra la atmósfera premundial que hoy guía a casi todas las marcas.
Pero ese detalle queda fuera de la consideración de aquellos que levantan el dedo acusador. Lo que molesta de la pieza es el pibe que “gana por afano”, que se lleva la novia del (ex) amigo.
La continua exhibición de dos adultos que en el fondo hacen con su vida lo que quieren.
Desde que se hizo público el affaire entre el delantero del Inter y la mujer de Maxi López todo el mundo le cayó al “9”. “No tiene códigos”, “Todo vuelve, Icardi…”, le advirtieron.
Hasta se atrevieron a vincular su ausencia con de la selección por motivos de polleras.
Al final, la publicidad cumple con su objetivo. Escandalizar, hacer que se hable de ella. Viralizarse. Golazo de la bebida que también toma Messi.
Pero hay algo más en la pieza que la posibilidad de participar en una “promo”. Mientras la mayoría aprovecha para (volver) a juzgar al Icardi-novio-de-Wanda, prefiero quedarme con la personalidad del pibe que a los 20 años le dijo no a Italia para jugar en la selección argentina.
