“Llegamos cinco minutos antes del partido, y ya me quiero ir, no aguanto más estar acá”, disparó ayer (por el lunes) a la mañana, un joven de los tantos argentinos que llegaron para vivir la final del Mundial de Fútbol en Río de Janeiro. Decenas de miles viajaron a Brasil, sin tickets para el partido entre Argentina y Alemania, ni intenciones de adquirirlos, sino con la simple idea de observarlo en la playa de Copacabana, lugar de concentración de la afición albiceleste.
La pantalla gigante y en alta definición de la Fifa Fan Fest, recreaba un clima de cancha. Hasta los medios de prensa brasileños se sorprendían por los argentinos atraídos por el Mundial el último fin de semana. Ayer, la mayoría de esos turistas que llegaron por un día emprendían el regreso. Copacabana, la zona más conocida y céntrica de la ciudad carioca, se vio desbordada por la gente que llegó sin alojamiento y durmió en autos, playa o espacios públicos.
La limpieza de las calles cada mañana, con agua y un desinfectante, no alcanzaba a mitigar el fuerte olor a orín de quienes hacían sus necesidades en cualquier rincón. La banquina de la avenida Antártica era un estacionamiento monopolizado por vehículos con patente argentina. De a poco, ayer, iban quedando espacios vacíos y la ciudad volvía a su normal rutina. Al mismo tiempo, comenzaba a desmontarse la estructura del Fan Fest y los puestos de vendedores desaparecieron.
Renzo Marquetti (20), de Barracas, doblaba una remera y la guardaba en un bolso que iría en el ajustado baúl del VW Gol en el que viajó junto a cuatro amigos más de la provincia de Buenos Aires.
“No queremos saber más nada con estar en Río”, lanzó. Con presupuesto escaso, viajaron diez días atrás, y durmieron en la playa, en las plazas y hasta en el auto.
Llegaron con esa idea. Contó que los tres mil pesos que llevó se le terminaron a poco de llegar a Río, y que debió pedir a sus familiares en Buenos Aires, que le enviaron a través de un giro postal. Tuvieron un viaje accidentado, con colisión incluida. Cocinaban a un costado del auto, en pleno centro, con una pequeña garrafa con hornalla. Para reunir algunos reales, revendieron latas de cerveza en la playa, que compraban en el supermercado. Ahora, sacaban cuentas para pagar el combustible para el retorno.
Un grupo de amigos oriundos de Mendoza, se rotaron para manejar las 50 horas que tardaron en recorrer los 3.600 kilómetros hasta Río de Janeiro. Acomodaban los bártulos, con un bombo incluido. Si bien dentro de la Fan Fest no se podía ingresar con bebidas u objetos, muchos recrearon el clima futbolero en los laterales, donde se veía la pantalla gigante, sin necesidad de ingresar al recinto, que se colmó varias horas antes del partido.
Nicolás Bittar (31), Gabriel Palacio (28), Aníbal Bittar (32) Alejandro Masanti (27) y Fernando Grando (21), llegaron sin alojamiento y dispuestos a descansar entre la arena y el VW Bora. Así lo hicieron.
Cordobeses, de vuelta a casa
Franco Ríos (20), Lucas Lacroix (24), Kevin Vecino (24) y Germán Piacenza (24), del barrio El Rosedal, de la ciudad de Córdoba, pensaban alojarse al final de la jornada en un hotel, para que el retorno, este martes, fuese más aliviado.
“El sábado había fiesta por todos lados, en la playa también”, añoraron. Anoche, lo que se pensaba como un gran festejo argentino en Río, terminó con algunas escaramuzas y represión policial.
Los dueños de la alegría fueron los alemanes, menos efusivos y sobre todo menos numerosos. “Gracias por venir Argentina”, se escuchó a uno de ellos. Con tristeza por la decepción de no volver con el tricampeonato, de a poco comenzó el éxodo argentino tras la invasión a Río.