Sin solución y, con esta, cada vez más lejos en el horizonte. Ese es el panorama del tema de la violencia en el fútbol argentino, un flagelo que el sábado se cobró una nueva víctima fatal: Federico López, hincha de Nueva Chicago.
Perteneciente a la facción de Las Antenas, el joven fue asesinado con un arma de fuego en un enfrentamiento con barras del grupo Los Perales, en cercanías del estadio del club de Mataderos (pero fuera de la zona de control montada por las fuerzas de seguridad) dos horas antes del partido con Guaraní Antonio Franco. Y hubo cuatro heridos en un cruce que, todo indica, estaba pactado.
Hasta ahora, nada dio resultado para contrarrestar a los violentos.
Fue un fin de semana que reavivó la preocupación por este mal endémico para el cual se sigue sin encontrar remedio. Hasta ahora, nada dio resultado para contrarrestar a los violentos: ni la indefendible prohibición de jugar sin público visitante (una medida que en distintas formas y categorías se aplica sin éxito desde 2007) o hacerlo a puertas cerradas, ni la insólita suspensión de tribunas, ni las muchas veces injusta y aplicada “según la cara” quita de puntos, ni el aumento injustificado (por su inoperancia) de policías.
Sólo van dos fechas de torneos tras el Mundial–donde los barras volvieron a hacer una demostración de poder, igual que los de Lanús que viajaron a Japón para la final de la Copa Suruga Bank– y ya hay un muerto (que pasará a las estadísticas como el primero post-Julio Grondona).
Los delincuentes siguen copando la parada, mientras el fútbol argentino y los hinchas de bien (son amplia mayoría) esperan que los responsables introduzcan con determinación el asunto en agenda.
