“Soy el responsable de revertir lo que pasa en Talleres desde el 16 de noviembre. La gente tiene toda la razón del mundo. Basta de equivocaciones”. La conclusión de Andrés Fassi, flamante presidente de Talleres surgió después de haber visto la eliminación del primer equipo y de los incidentes que se iniciaron en la popular Daniel Willington, que siguieron en las afueras del estadio con hinchas y policías heridos.
Y sin que hubiera podido moverse del palco de prensa, Fassi vio el partido desde ahí junto a la mayoría de los integrantes de su comisión directiva (la lista “Talleres Vuelve” más algunos allegados como el Ministro Jorge Lawson y los empresarios Armando Del Río y Aldo Rainero). Pero, como una medida precautoria –para sí mismo y los suyos–, debió quedarse un largo rato en ese sector.
Las claves del partido en el Kempes
Era el mismo lugar en el que tuvieron que quedarse los jugadores lesionados como Gabriel Carabajal, Lucas Bovaglio y Patricio Rodríguez (no fueron de la partida ayer) y en el que el propio Rodrigo Escribano, al actual vice y expresidente del Fondo de Inversión, debió soportar los insultos que venían desde la Fiel y de algunos plateístas que lo habían divisado.
El Mundo Talleres y su particular dinámica parecían darle la bienvenida a Fassi. Era una manifestación elemental y genuina. Si Talleres subía, el hombre fuerte de Pachuca hubiera descendido de la platea Ardiles en una alfombra roja, aunque recién arrancara; los jugadores le hubieran agradecido el premio de dos millones de pesos y al Fondo de Inversión por traerlos y hasta la Fiel, habría dejado de lado los insultos a Escribano... Y los 40 mil hinchas que fueron al Kempes, ya estarían hablando sobre cuánto tardarían en volver a Primera.
Sin embargo, al perder 1-0 –con el gol del cordobés Sergio Oga–, Talleres le mostró su peor cara. La que determina el resultado deportivo y que no se puede medir. La del fastidio de la gente porque Diego Martínez no convirtió el penal que le atajó Matías Alasia como el de Julio Mozzo en la ida; la de los jugadores que llegaron a jugar en Talleres y los criterios que se manejaron a la hora de formar un plantel descompensado; la del fastidio de la gente bien diferenciado del manifestado por la barra que reclama por el “nuevo acuerdo”.
No alcanzó con la misa previa ni con subirles el premio ni las charlas motivacionales. No fue suficiente para enderezar un proceso heredado que tuvo tres cambios de entrenadores (Jorge Ghiso, fue echado a la segunda fecha; luego, siguió Sergio Coleoni y, finalmente, fue sucedido por Hoyos) y que en las finales, como contra Unión de Mar del Plata y ayer mismo. La mayoría de los jugadores no dio la talla para semejantes finales y los DT cometieron los mismos errores en esos partidos hasta caer invariablemente.
Moralejas desperdiciadas. Ni hablar de la disparidad de criterio para trabajar con un equipo desde lo físico. Pretendía ser protagonista, pero jugadores claves sufrieron de lesiones musculares permanentes.
"Mañana (por hoy) a las 8 nos ponemos a trabajar. Nos toca empezar de muy abajo", remarcó Fassi.
“Mañana (por hoy) a las 8 nos ponemos a trabajar. Nos toca empezar de muy abajo. Lo dije antes del partido, que si no se ascendía no impactaría en nada en la seriedad del proyecto”, dijo Fassi ya en zonas bajas donde valoró la actuación del equipo, ratificó que habrá una renovación, que quiere que Guillermo Hoyos siga porque que quedó conforme con su trabajo, aunque dijo que tendrá una reunión decisiva en las próximas horas. Es la era de la refundación, pero esta vez, Fassi puso el freno, al decir que no será de un día para otro. Talleres es muy grande, dicen todos. Pero sigue siéndolo más afuera que adentro. Ese es “el” fracaso que se debe cambiar.
