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Mundial Brasil 2014: fue hermoso mientras duró

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Río de Janeiro, enviado especial

Hay que saber perder. En el fútbol y en la vida. A veces se gana y a veces se pierde.

Ayer en el Maracaná nos tocó morder el polvo. Quedar con el grito atragantado. Con toda la bronca encima. Quedaban minutos para el final del segundo tiempo del suplementario y la ilusión de los penales, como contra Holanda, hacía pensar que levantar la copa era posible. Pero no. No fue así.

Otra vez Alemania nos quitó todo. Como en los mundiales de 1990, de 2006 y de 2010.

El Cristo Redentor se vistió de amarillo, rojo y negro. Se veía tan lindo de celeste y blanco... La tarde se hizo noche y la estatua gigante del Corcovado fue testigo del fervor y la pasión que los hinchas argentinos le imprimieron al partido de ayer, y a todo el Mundial.

El objetivo primario era pasar esa maldita barrera de los cuartos de final. ¡Y lo logramos!

Pero no fue suficiente con la máquina alemana. Ellos jugaron un mejor torneo que nosotros. Eso hay que reconocerlo. Pero teníamos tan cerca la posibilidad de levantar la Copa...

Llegamos demasiado lejos en Brasil. Demasiado. El objetivo primario era pasar esa maldita barrera de los cuartos de final. ¡Y lo logramos!

Después de 24 años llegamos a semifinales. Y después de 24 años llegamos a una final. Todo parecía demasiado perfecto para ser verdad. Todos creíamos que era este el Mundial de Messi, el de Mascherano, el de Sabella.

Pero no, nos quedamos con las manos vacías. Por culpa de ese tal Götze. Ese que entró sobre el final de los 90 minutos y definió faltando unos minutos para que terminen los 120 antes de ir a los penales.

La bronca quedó flotando en el Maracaná, en Río de Janeiro, en Brasil y en toda la Argentina. Si entraba una de las definiciones (mal ejecutadas) de Higuaín o la de Messi o la de Palacio...

Si el árbitro cobraba ese penal de Neuer al “Pipita” (¡cobró al revés ese italiano!)... Todas suposiciones de cosas que no fueron.

Lo concreto fue que Götze convirtió su chance y significó el cuarto título mundial para una selección que hace rato había hecho méritos para levantar el trofeo. No se le había dado en 2006 ni el 2010. Acá, en Sudamérica, armó su fiesta. Bastante fría, por cierto.

Faltó esto para la gloria

Este domingo 13 de julio se estaba armando como épico para Argentina. Desde temprano, los compatriotas coparon Copacabana. Los sin entradas querían estar acá. Junto a la selección. Acompañarla en suelo extranjero. Eran soldados de la selección. Al servicio de los caciques Mascherano y Messi. Para lo que manden.

Por esas razones, la de defender una causa, a la bandera, a los colores, estos argentinos aventureros recorrieron miles y miles de kilómetros tras una ilusión. Sin importar si se podía estar cerca del equipo. Era enfrentar a la adversidad sin recursos.

Mientras algunos pocos iban hacia el Maracaná durante el mediodía, el doble enfilaba rumbo al Fan Fest de Copacabana.

Demostrar que Argentina tenía aguante. El de su gente, el de sus hinchas. Por eso era conmovedor ver a personas durmiendo con la camiseta celeste y blanca como pijama en la arena fría de las playas pegadas a la avenida Atlántica. O en los vehículos en las calles cercanas a la playa.

Mientras algunos pocos iban hacia el Maracaná durante el mediodía, el doble enfilaba rumbo al Fan Fest de Copacabana. Los pudientes (o los que hicieron grandes sacrificios para ir al estadio), por un lado; y el pueblo, en la arena. Así se vivió desde afuera este Mundial. Y ayer en particular en Río de Janeiro.

Donde empezó esta historia para Argentina, en aquel partido contra Bosnia del 15 de junio. Y en donde terminó todo. Con ese gol de Götze que enmudeció a la parte argentina de la cancha, de Copacabana y de todo nuestro país.

Después vino el himno argentina coreado con todas las ganas. Tratando de amedrentar a los alemanes, que tenían la ayuda anímica de los brasileños.

Caímos ante el mejor

Argentina le hizo fuerza a Alemania, pero el equipo teutón fue el mejor. Ayer y durante todo el torneo. Los dirigidos por Sabella tuvieron sus chances para convertir, pero no lo hicieron y lo pagaron muy caro.

Faltó esto. Esto, mire. Para que nos llevemos la tercera Copa del Mundo. Era el premio, la frutilla de la torta, el moño del regalo, el anillo al dedo, y la frase hecha que se le ocurra para este grupo de futbolistas que fueron creyendo en un sueño. Y nos hicieron creer a todos en él. Que era posible alcanzarlo.

 ¿Alguien se acordó del “Apache” durante el Mundial? Lo criticaban por Romero. Por Rojo. Por Biglia. Por Enzo Pérez.

Muchos no apostaban por este equipo. Por este plantel. Por este entrenador. Alejandro Sabella le tapó la boca a muchos. Para no decir a todos. Lo criticaban porque no llamó a Carlos Tevez. ¿Alguien se acordó del “Apache” durante el Mundial? Lo criticaban por Romero. Por Rojo. Por Biglia. Por Enzo Pérez. Porque no era expresivo. Y mucho más...

Sabella armó un grupo. Un grupazo. Que logró el objetivo de pasar los malditos cuartos de final luego de 24 años. ¡Y llegamos a la final! Si la ganábamos, era demasiado perfecto para ser verdad. Anoche nos tocó perder. Hay que asumirlo. Con grandeza. Con hidalguía.

Al fin de cuentas esto es un juego. Nos divertimos. Sufrimos. Nos alegramos. Festejamos. Lloramos. Todo por una pelota y 11 tipos defendiendo una bandera. La nuestra, que durante este mes en Brasil flameó orgullosa y casi vuelve campeona.

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Fue hermoso mientras duró
Argentina no pudo con Alemania y se quedó con las ganas de levantar la Copa del Mundo por tercera vez. La ilusión se desintegró cuando Götze convirtió el gol del triunfo a pocos minutos del final de los 120.
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Alemania festeja en el Maracaná. (Foto: AP)
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