Los hinchas del fútbol, en una buena mayoría, son casos para el diván, merecedores de un buen psicoanálisis. Sus estados anímicos en la cancha son tan variables como el clima o la economía argentina. Ya no viven el fecha a fecha como en los viejos buenos tiempos.
Ahora viven el minuto a minuto con su ciclotimia a cuesta. Pasan de la euforia a la depresión y convierten a sus jugadores de ídolos a odiados en un segundo. Así son, lamentablemente.
Hace cuatro días, más precisamente el sábado pasado, Newell’s recibió en su cancha a Godoy Cruz de Mendoza y la hinchada leprosa, o por lo menos una parte, les recriminó a sus jugadores haber perdido el clásico con Rosario Central una semana antes.
“Ningún éxito inmuniza”, “Los clásicos se ganan”, “Sáquense la camiseta y dénsela a la hinchada que juega mejor”, “Nosotros alentamos, ustedes nos cagaron”, “La actitud no se negocia”, “Le fallaron a su gente”, “Jugadores cagones”, “El que no sienta el clásico que se vaya” fueron algunas de las banderas con los que algunos impresentables castigaron a los jugadores.
"Entre esos jugadores estaba “Maxi” Rodríguez, el mismo que resignó mucho dinero en euros para volver".
Entre esos jugadores estaba “Maxi” Rodríguez, el mismo que resignó mucho dinero en euros para volver a jugar en Newell’s, el club de sus amores. Así le pagaron: insultándolo a él y a sus compañeros sólo y tan sólo por haber perdido el clásico.
Una vergüenza. Lamentable. Una muestra de ingratitud y falta de respeto a quienes, semana a semana salen a defender los colores del club que les pega el sueldo y que, a no dudarlo, intentan dejar todo o dar lo mejor.
Hay jugadores mejores que otros, hay quienes raspan más que otros y quienes se entregan más que otros, pero personalmente no conozco jugador alguno que salga a perder un partido por propia voluntad, aunque siempre existirá la sospecha.
Lo concreto y real es que se gana, se empata y se pierde por errores y aciertos propios y ajenos. Y a esto deberán entenderlo los “insultadores” de turno.
